I will wait for you

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"Expectations" - Christophe Vacher

viernes, 18 de enero de 2013

Miguel Hernández y Pablo Neruda





"El recuerdo de Miguel Hernández no puede escapárseme de las raíces del corazón."


“No permanecí mucho tiempo en el consulado de Buenos Aires. Al comenzar 1934 fui trasladado con el mismo cargo a Barcelona.  Don Tulio Maqueira era mi jefe, es decir, cónsul general de Chile en España. Fue, por cierto, el más cumplido funcionario del servicio consular chileno que he conocido.  Un hombre muy severo, con fama de huraño, que conmigo fue extraordinariamente bondadoso, comprensivo y cordial.

Descubrió rápidamente don Tulio Maqueira que yo restaba y multiplicaba con grandes tropiezos, y que no sabía dividir (nunca he podido aprenderlo).  Entonces me dijo:
- Pablo, usted debe vivir en Madrid. Allá está la poesía. Aquí en Barcelona están esas terribles multiplicaciones y divisiones que no lo quieren a usted. Yo me basto para eso.

Al llegar a Madrid, convertido de la noche a la mañana y por arte de birlibirloque en cónsul chileno en la capital de España, conocí a todos los amigos de García Lorca y de Alberti.  Eran muchos.  A los pocos días yo era uno más entre los poetas españoles.  Naturalmente que españoles y americanos somos diferentes.  Diferencia que se lleva siempre con orgullo o con error por unos o por otros.

Los españoles de mi generación eran más fraternales, más solidarios y más alegres que mis compañeros de América Latina.  Comprobé al mismo tiempo que nosotros éramos más universales, más metidos en otras culturas.  Eran muy pocos entre ellos los que hablaban otro idioma fuera del castellano.  Cuando vinieron Desnos y Crevel a Madrid, tuve yo que servirles de intérprete para que se entendieran con los escritores españoles.

Uno de los amigos de Federico y Rafael era el joven poeta Miguel Hernández.  Yo lo conocí cuando llegaba de alpargatas y pantalón campesino de pana desde sus tierras de Orihuela, en donde había sido pastor de cabras.  Yo publiqué sus versos en mi revista Caballo Verde y me entusiasmaba el destello y el brío de su abundante poesía.

Miguel era tan campesino que llevaba un aura de tierra en torno a él.  Tenía una cara de terrón o de papa que se saca de entre las raíces y que conserva frescura subterránea.  Vivía y escribía en mi casa.  Mi poesía americana, con otros horizontes y llanuras, lo impresionó y lo fue cambiando.

Me contaba cuentos terrestres de animales y pájaros.  Era ese escritor salido de la naturaleza como una piedra intacta, con virginidad selvática y arrolladora fuerza vital.  Me narraba cuán impresionante era poner los oídos sobre el vientre de las cabras dormidas.  Así se escuchaba el ruido de la leche que llegaba a las ubres, el rumor secreto que nadie ha podido escuchar sino aquel poeta de cabras.

Otras veces me hablaba del canto de los ruiseñores.  El Levante español, de donde provenía, estaba cargado de naranjos en flor y de ruiseñores.  Como en mi país no existe ese pájaro, ese sublime cantor, el loco de Miguel quería darme la más viva expresión plástica de su poderío.  Se encaramaba a un árbol de la calle y,  desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales.

Como no tenía de qué vivir le busqué un trabajo.  Era duro encontrar trabajo de poeta en España. Por fin un vizconde, alto funcionario del Ministerio de Relaciones, se interesó por el caso y me respondió que sí, que estaba de acuerdo, que había leído los versos de Miguel, que lo admiraba, y que éste indicara qué puesto deseaba para extenderle el nombramiento. Alborozado le dije al poeta:

- Miguel Hernández, al fin tienes un destino.  El vizconde te coloca.  Serás un alto empleado.  Dime qué trabajo deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento.  Miguel se quedó pensativo.  Su cara de grandes arrugas prematuras se cubrió con un velo de cavilaciones.  Pasaron las horas y sólo por la tarde me contestó.  Con ojos brillantes del que ha encontrado la solución de su vida, me dijo:

- ¿No podría el vizconde encomendarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?

El recuerdo de Miguel Hernández no puede escapárseme de las raíces del corazón. El canto de los ruiseñores levantinos, sus torres de sonidos erigidas entre la oscuridad y los azahares, eran para él presencia obsesiva, y eran parte del material de su sangre, de su poesía terrenal y silvestre en la que se juntaban todos los excesos del color, del perfume y de la voz del Levante español, con la abundancia y la fragancia de una poderosa y masculina juventud.

Su rostro era el rostro de España. Cortado por la luz, arrugado como una sementera, con algo rotundo de pan y de tierra.  Sus ojos quemantes, ardiendo dentro de esa superficie quemada y endurecida al viento, eran dos rayos de fuerza y de ternura.  Los elementos mismos de la poesía los vi salir de sus palabras, pero alterados ahora por una nueva magnitud, por un resplandor salvaje, por el milagro de la sangre vieja transformada en un hijo.  En mis años de poeta, y de poeta errante, puedo afirmar que la vida no me ha dado contemplar un fenómeno igual de vocación y de eléctrica sabiduría verbal.”

Pablo Neruda
De España en el corazón.






A Miguel Hernández, asesinado en los presidios franquistas


Pablo Neruda



Llegaste a mí directamente del Levante.  Me traías,
pastor de cabras, tu inocencia arrugada,
la escolástica de viejas páginas, un olor
a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado,
sobre los montes, y en tu máscara
la aspereza cereal de la avena segada
y una miel que medía la tierra con tus ojos.
También el ruiseñor en tu boca traías.
Un ruiseñor manchado de naranjas, un hilo
de incorruptible canto, de fuerza deshojada.
Ay, muchacho, en la luz sobrevino la pólvora
y tú, con ruiseñor y con fusil, andando
bajo la luna y bajo el sol de la batalla.
Ya sabes, hijo mío, cuánto no pude hacer, ya sabes
que para mí, de toda la poesía, tú eras el fuego azul.
Hoy sobre la tierra pongo mi rostro y te escucho,
te escucho, sangre, música, panal agonizante.
No he visto deslumbradora raza como la tuya,
ni raíces tan duras, ni manos de soldado,
ni he visto nada vivo como tu corazón
quemándose en la púrpura de mi propia bandera.
Joven eterno, vives, comunero de antaño,
inundado por gérmenes de trigo y primavera,
arrugado y obscuro como el metal innato,
esperando el minuto que eleve tu armadura.
No estoy solo desde que has muerto.
Estoy con los que te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el pecho de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados.
Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.
Y a los que te negaron en su laurel podrido,
en tierra americana el espacio que cubres
con tu fluvial corona de rayo desagrado,
déjame darles yo el desdeñoso olvido
porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.
Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos
de la crueldad, Mao Tse Tung dirige
tu poesía despedazada en el combate
hacia nuestra victoria.
Y Praga rumorosa
construyendo la dulce colmena que cantaste.
Hungría verde, limpia sus graneros
y baila junto al río que despertó del sueño.
Y de Varsovia sube la sirena desnuda
que edifica mostrando su cristalina espada.
Y más allá la tierra se agiganta,
la tierra
que visitó tu canto, y el acero
que defendió tu patria está seguro,
acrecentado sobre la firmeza
de Stalin y sus hijos.
Ya se acerca
la luz a tu morada.
Miguel de España, estrella
de tierras arrasadas, ¡no te olvido, hijo mío,
no te olvido, hijo mío!
Pero aprendí la vida
con tu muerte: mis ojos se velaron apenas,
y encontré en mí no el llanto
sino las armas
inexorables!

¡Espéralas! ¡Espérame!


Pablo Neruda, México 1949



* * *



"Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!"

Pablo Neruda




*  Fuente:


sábado, 5 de enero de 2013

"La cage aux rossignols"






"La felicidad no necesita ser transmutada en belleza, 
pero la desventura sí."
Jorge Luis Borges.





"Una luz dorada 
brilla eternamente 
al final del camino. 
Siente en medio de la noche,  
la ola de la esperanza, 
ansia de vivir, sendero de gloria."



“Hymne à la Nuit” de Jean-Philippe Rameau (1683-1764). Forma parte  de la ópera estilo barroco “Hippolyte et Aricie” (1733). 

Esta composición popularmente es entonada como un villancico que se suele circunscribir a la noche de Navidad. 

Tanto en este tema, como en el próximo interpreta magistralmente, como voz principal, Jean-Baptiste Maunier.  Y corresponden al soundtracks de la película Les Choristes.


Dirección: Christophe Barratier. 
Países: Francia y Suiza. 
Año: 2004.
Género: Drama. 
Interpretación: Gérard Jugnot (Clément Mathieu), François Berléand (Rachin), Kad Merad (Chabert), JeanPaul Bonnaire (Padre Maxence), Marie Bunel (Violette Morhange), Paul Chariéras (Regente), Carole Weiss (Condesa), Philippe Du Janerand (Señor Langlois), Erick Desmarestz (Doctor Dervaux), Jean-Baptiste Maunier (Pierre). 
Guión: Christophe Barratier y Philippe Lopes-Curval; basado en la película "La cage aux rossignols", “La jaula de los ruiseñores”, (1945) de Jean Dréville. 
Producción: Jacques Perrin, Arthur Cohn y Nicolas Mauvernay.
Música: Bruno Coulais.
Fotografía: Carlo Varini y Dominique Gentil.



La historia transcurre en Francia, en 1949. Clément Mathieu, profesor de música, llega a un Centro Educativo de Protección de Menores de la post guerra, conocido como “El fondo del estanque”,  un lugar de tanta oscuridad, como la noche. 

El director Rachin, siempre enfadado e irascible, basa su pedagogía en la “Acción-Reacción”. En este clima de castigos el  diálogo con los chicos es imposible. Sostiene que estos chicos 
están sellados por una maldad natural. El mal impregna sus vidas y nunca podrán salir de él.




Sin embargo, el profesor Mathieu pone al servicio de los alumnos  su carácter comprensivo y su sentido del humor. A través de la música irá formando un coro que poco a poco irá transformando a los jóvenes y el clima del centro. 

Pero un día en que todos están fuera, se declara un incendio en la escuela. No hay víctimas, pero Mathieu es acusado de negligencia y despedido. En el momento de subir al autobús lleva de la mano al pequeño Pepiton quien de adulto, contará esta historia. 

El canto es siempre un territorio de la esperanza. Así lo demuestran las personas y los pueblos. Hay en la música una manifestación del poder de la belleza y cuando los niños se asombran ante ella, se abren sus potencialidades y se convierten en mejores personas.





En el fondo del estanque estaba escondida la preciosa voz de Pierre Morhange (Jean-Baptiste Maunier).










HYMNE À LA NUIT 

1. O Nuit! viens apporter à la Terre
Le calme enchantement de ton mystère.
L'ombre qui l'escorte est si douce!
Si doux est le concert de tes voix chantant l'espérance,
Si grand est ton pouvoir, transformant tout en rêve heureux.

2. O Nuit! oh! laisse encore à la Terre
Le calme enchantement de ton mystère.
L'ombre qui l'escorte est si douce!

Est-il une beauté aussi belle que le rêve?
Est-il de vérité plus douce que l'espérance?






HIMNO A LA NOCHE

“La sombra que te acompaña
es tan dulce,
tan dulce es el concierto
de tus voces cantando
la esperanza.
Tan grande es tu poder
Que lo transforma todo en un sueño.

Oh, noche,
ven a traer a la Tierra
el tranquilo encanto
de tu Misterio.
La sombra que te acompaña
es tan dulce.

¿Existe una belleza
tan bella como el sueño?
¿Existe una verdad tan dulce
como la esperanza?



La canción resalta la paradoja de la noche. A través de ella llega a la tierra el Misterio. 

Si nos trasladamos a la noche de Navidad,  el misterio radica en la Encarnación, por medio de la cuál el Hijo de Dios se hizo Hombre y como dice el evangelista "plantó su tienda entre nosotros".  Entonces,  el coro de niños se compara a las voces angélicas que cantan el Hosanna.

“... tan dulce es el concierto de tus voces cantando a la esperanza” 

La oscuridad de la noche es sólo aparente,  se vislumbra a lo lejos un pequeño brillo de luz,  en ello radica la esperanza.

Esperanza en un mañana menos frío, menos duro, más suave. 

En “Caresse sur l’Océan”, de Bruno Coulais, Pierre va a ser comparado con un pájaro aterido por el frío invierno, que recibirá una caricia del océano (el don) que le permitirá volver a volar:








Caresse sur l'océan 


Caresse sur l'océan 
Porte l'oiseau si léger 
Revenant des terres enneigées 
Air éphémère de l'hiver 
Au loin ton écho s'éloigne 
Châteaux en Espagne 

Vire au vent tournoie déploie tes ailes 
Dans l'aube grise du levant 
Trouve un chemin vers l'arc-en-ciel 
Se découvrira le printemps 

Caresse sur l'océan 
Pose l'oiseau si léger 
Sur la pierre d'une île immergée 
Air éphémère de l'hiver 
Enfin ton souffle s'éloigne 
Loin dans les montagnes 

Vire au vent tournoie déploie tes ailes 
Dans l'aube grise du levant 
Trouve un chemin vers l'arc-en-ciel 
Se découvrira le printemps 
Calme sur l'océan.






“Una caricia en el océano
deja al pájaro tan ligero
sobre la piedra de una isla sumergida
aire efímero de invierno
por fin tu soplo se va lejos,
entre las montañas.

Gira con el viento,
despliega tus alas,
en el alba gris de levante,
halla un camino hacia el arco iris,
llegará la primaveral calma
sobre el océano.”


* * *


* Fuentes:
http://www.eticaycine.org/Los-coristas,230

http://www.semanacineespiritual.org/docs/cine_jovenes/los_chicos_del_coro.pdf

O Caritas





O Caritas 

Cat Stevens (hoy llamado Yusuf Islam), desde el álbum CATCH BULL AT FOUR, 1972.

El nombre del álbum está tomado de "The 10 Bulls of Zen" de Kakuan Shien,  una joya del pensamiento oriental.  El libro describe 10 pasos dentro del camino de crecimiento humano,  con los diferentes estados de la conciencia, el cuarto titulado "Catching the Bull" representa el entrenamiento del espíritu. 

Este álbum de Cat Stevens fue su mejor éxito de ventas en USA.

El tema es cantado en latín y la parte final en inglés,  pero aquí están las traducciones al inglés y al español,  quizás no tan literales,  pero sí poéticas. Fue escrito por Toumazis, Stevens y Taylor


O Caritas  

Hunc ornatum mundi 
nolo perdere 
video flagrare 
omnia res 
audio clamare 
homines 
nune extinguitur 
mund(i) et astrorum lamen 
nune concipitur 
mali hominis crimen 
tristetat(e) et lacrimis 
gravis est dolor 
de terraeque maribus 
magnus est clamor 
O caritas, O caritas 
nobis semper sit amor 
mos perituri mortem salutamus 
sola resurgit vita 

Ah, this world is burning fast 
Oh, the world will never last 
I don't want to lost it here in my time 
Give me time forever here in my time. 



O Caritas  

I don't want to lose the harmony of the universe 
I see all things... burning, I hear men... shouting. 
Now is the light of the world and the stars going out 
Now does the blame for the disaster fall upon men. 
Grief is heavy with sadness and tears 
Great is the noise from the earth and the seas 
O love, O love be with us always. 
We who will perish salute death.
Life alone goes on.

Ah, this world is burning fast 
Oh, the world will never last 
I don't want to lost it here in my time 
Give me time forever here in my time. 



Oh Caritas  

No quiero perder la armonía del universo
He visto tantas cosas... ardiendo, he oído hombres... disparando.

Ahora es la luz del mundo y las estrellas las que se apagan
Ahora la culpa por el desastre, caerá sobre los hombres.

El sufrimiento es intenso con lágrimas y tristeza
magnífico es el sonido de la tierra y de los mares.

Oh amor, oh amor, quédate siempre con nosotros

Nosotros los que pereceremos saludamos a la muerte.
La vida en soledad seguirá con su camino.

Ah, este mundo está ardiendo rápidamente,
Ah, este mundo no durará eternamente,
Yo no quiero que desaparezca mientras viva,
Dame la eternidad, para yo seguir viviendo.










10 Toros – Kakuan Shien





1. EN BUSCA DEL TORO

Me abro paso en los pastizales de la inmensa dehesa del mundo, en busca del toro.
Sigo ríos sin nombre, perdido en las intrincadas veredas de montañas remotas.
Mi fuerza decae y mi energía se ha agotado, pero aún no puedo encontrar al toro.
Tan sólo oigo el canto de las cigarras en la espesura, cuando anochece.

El toro no está perdido. ¿Porqué buscarlo? El alejarme de mi naturaleza verdadera es lo que me impide hallarlo. ¿Qué necesidad hay de buscar? En la confusión de los sentidos, ni siquiera puedo seguir su rastro. Estoy lejos de casa, y aunque encuentro múltiples encrucijadas, no sé distinguir el camino correcto.

Estoy atrapado entre la ambición y el miedo, entre lo bueno y lo malo.


2.  EL RASTRO

¡He descubierto huellas a lo largo de la rivera, bajo los árboles!
Aún en la hierba fresca, puedo ver sus pisadas.
Puedo verlas en la profundidad de bosques remotos.
Ya no pueden permanecer ocultas: son como la nariz de un hombre que mira al cielo.

Cuando se ha entendido la enseñanza, las huellas del toro aparecen. 

Entonces comprendo que, así como un solo metal da su substancia a utensilios diversos, todas las entidades existentes están formadas por la misma substancia, que es el ser. 

Sin embargo, yo aún debo discriminar: es esto y es aquello. De otra forma, ¿cómo podría distinguir lo verdadero de lo no verdadero?

Aún no he cruzado la puerta, pero ya he descubierto el sendero.





3.   ESTÁ CERCA…

Oigo la canción del ruiseñor.
La mañana es tibia, el viento suave, los sauces verdean a lo largo de los bancos…
¡El toro no puede esconderse aquí!
¿Qué artista puede hacer justicia a esa cabeza magnífica, a esos cuernos majestuosos? 

Cuando se percibe el la voz, se siente su fuente. Cuanto los seis sentidos convergen, el umbral es trascendido. Cuando la entrada queda atrás, ¡la cabeza del toro está en todas partes!

Esta identidad es como la de la sal en el agua, como la del color en la tinta. La menor de las entidades también es una con el ser.


4.   ¡LO HE ENCONTRADO!

Lo someto con un esfuerzo tremendo.
Su voluntad y su fuerza son inagotables.
Acomete hacia la meseta, muy por arriba de la neblina,
o se planta en un barranco impenetrable.
Vagó por largo rato en el bosque; hoy lo he atrapado. 

La fascinación por el paisaje distorsiona su orientación. 
Buscando pastos más dulces, divaga y se pierde. 
Su mente aún es testaruda y desbocada. 
Para dominarlo, tendré que levantar mi látigo.







5.   LA DOMA

El látigo y la soga son necesarios.
De otra manera, se perdería por los caminos polvorientos.
Bien entrenado, su corazón se vuelve dócil.
Entonces, aún sin el grillete, obedecerá a su amo.

Cada pensamiento viene seguido por otro pensamiento. 
Cuando el primero está iluminado, los subsecuentes son verdaderos. 
Es el autoengaño el que crea la falsedad en el mundo. 
Las ilusiones no vienen de la razón, sino de la inconstancia.
Sujeta el anillo de su nariz, y no permitas siquiera una duda.


6.   MONTANDO AL TORO DE REGRESO AL HOGAR

Montando al toro, lentamente me dirijo a mi hogar.
La voz de mi flauta entona en la noche.
Con palmadas que acompañan la armonía vibrante, dirijo el interminable ritmo.
Aquel que escuche esta melodía se unirá a mí.


7.  TRASCENDENCIA DEL TORO

A horcajadas del toro, llego al hogar.
Estoy sereno. El toro también puede descansar.
El amanecer ha llegado. En dichosa quietud,
Dentro de mi choza, abandoné el látigo y la soga.

8.  TRASCENDENCIA TORO Y PERSONA

Látigo, soga, persona y toro -todo se funde en la nada,
Este paraíso es tan vasto que ningún mensaje lo puede empañar.
¿Cómo puede existir un copo de nieve en un fuego arrasador?
Aquí están las huellas de los patriarcas.

9.  LLEGANDO AL ORIGEN

Demasiados pasos se han dado para regresar a la raíz y al origen.
¡Mejor haber sido ciego y sordo desde el principio!
Cuando se habita en la verdadera morada, más allá del lugar,
El río fluye con calma y las flores son rojas.

10.  EN EL MUNDO

Descalzo y con el pecho desnudo, me confundo entre la gente.
Mis ropas están gastadas y polvorientas, y soy eternamente feliz.
No uso magia para extender mi vida;
Ahora, ante mí, los árboles muertos vuelven a la vida.




La iluminación que busca el Zen, y por la que el Zen existe, viene de sí mismo.

El Zen deber comprometerse y reconocer los pasos de la conciencia que conducen de forma progresiva al instante de la iluminación.

En siglo XII el maestro Chino Kakuan Shien dibujó los cuadros de los diez toros, basándose en los anteriores toros Taoistas y escribió las reflexiones en prosa y verso.

El toro es el principio eterno de vida y verdad en la acción. 

Los diez toros representan la secuencia de pasos en la realización de la verdadera naturaleza de uno mismo.

Me identifico con el toro (soy Tauro) busco con tozudez la verdad,  me comprometo con ella y la defiendo.



jueves, 3 de enero de 2013

Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante...

Verica Stanimirovic




MI SUEÑO



Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante
de una mujer ignota que adoro y que me adora,
que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora
y que las huellas sigue de mi existencia errante.

Se vuelve transparente mi corazón sangrante
para ella, que comprende lo que mi mente añora;
ella me enjuga el llanto del alma cuando llora
y lo perdona todo con su sonrisa amante.

¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro.
¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro,
el de virgen de aquellas que adorando murieron.

Como el de las estatuas es su mirar de suave
y tienen los acordes de su voz, lenta y grave,
un eco de las voces queridas que se fueron…



Paul Verlaine


Versión de Nicolás Bayona Posada

Canción de Otoño - Paul Verlaine






Chanson d’Automne


Les sanglots longs 
Des violons
De l'automne
Blessent mon coeur
D'une langueur
Monotone.

Tout suffocant
Et blême, quand
Sonne l'heure,
Je me souviens
Des jours anciens
Et je pleure

Et je m'en vais
Au vent mauvais
Qui m'emporte
Deçà, delà,
Pareil à la
Feuille morte.




CANCIÓN DE OTOÑO



Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.

Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.

Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.



Paul Verlaine

Versión de Carlos Fujol



Niccolò Paganini Bocciardo, (Génova, 1782 – Niza, 1840)
violinista, violista, guitarrista y compositor italiano