El cisne
Pupila azul de mi parque
es el sensitivo espejo
de un lago claro, muy claro!…
Tan claro que a veces creo
que en su cristalina página
se imprime mi pensamiento.
Flor del aire, flor del agua,
alma del lago es un cisne
con dos pupilas humanas,
grave y gentil como un príncipe;
alas lirio, remos rosa…
Pico en fuego, cuello triste
y orgulloso, y la blancura
y la suavidad de un cisne…
El ave cándida y grave
tiene un maléfico encanto;
clavel vestido de lirio,
trasciende a llama y milagro!…
Sus alas blancas me turban
como dos cálidos brazos;
ningunos labios ardieron
como su pico en mis manos;
ninguna testa ha caído
tan lánguida en mi regazo;
ninguna carne tan viva
he padecido o gozado:
viborean en sus venas
filtros dos veces humanos!
Del rubí de la lujuria
su testa está coronada:
y va arrastrando el deseo
en una cauda rosada…
Agua le doy en mis manos
y él parece beber fuego,
y yo parezco ofrecerle
todo el vaso de mi cuerpo…
Y vive tanto en mis sueños,
Y ahonda tanto en mi carne,
que a veces pienso si el cisne
con sus dos alas fugaces,
sus raros ojos humanos
y el rojo pico quemante,
es solo un cisne en mi lago
o es en mi vida un amante…
Al margen del lago claro
yo le interrogo en silencio…
y el silencio es una rosa
sobre su pico de fuego…
Pero en su carne me habla
y yo en mi carne le entiendo.
-A veces ¡toda! soy alma;
y a veces ¡toda! soy cuerpo.-
Hunde el pico en mi regazo
y se queda como muerto…
Y en la cristalina página,
en el sensitivo espejo
del algo que algunas veces
refleja mi pensamiento,
¡el cisne asusta, de rojo,
y yo, de blanca, doy miedo!
Delmira Agustini
* Delmira Agustini (Montevideo, 1886-1914) es una de las poetas más representativas de la poesía hispanoamericana del siglo xx. Admirada por su talento y por la sensualidad de sus versos, la prematura y trágica muerte que hace de ella toda una leyenda, no impidió que se publicaran tres poemarios que llamaron la atención de sus contemporáneos y que desconcertaron a la sociedad uruguaya de su tiempo. Elogiada por Rubén Darío -que escribió el «Pórtico» de su libro Los cálices vacíos, y por otros intelectuales del momento, la retórica modernista en ella va dejando paso a una nueva visión del lenguaje erótico, la del deseo femenino, que chocó con los códigos tradicionales de su entorno y que fue creando una escuela entre las voces femeninas que retoman su legado.
A partir de 1902, a los dieciséis años, empieza a publicar sus primeros poemas en la revista La Alborada. Al año siguiente, esta misma revista la invita a colaborar en una sección que ella misma bautiza con el nombre de «La legión etérea» y que firma con el pseudónimo de Joujou.
En 1907 publica su primer poemario, El libro blanco (Frágil) que fue muy bien acogido por la crítica. El éxito literario de Delmira Agustini correrá parejo a la fama de su belleza.
Aunque su talento fue elogiado, su temática explícitamente erótica no encajaba dentro de los estereotipos femeninos de la época, los cuales enfatizaban el perfil de lo que «tenía» que ser una mujer, especialmente una joven soltera y virgen. Sorprendidos y desconcertados, la mayoría de los críticos intentaron neutralizar su voz, enfocando la atención en su persona -una muchacha físicamente bella- e insistiendo en su aura etérea. De esta forma nació, entre sus contemporáneos, el mito Delmira, uno que incluía tanto a la «niña virginal» como a la «Pitonisa de Eros»; un mito que intentaba explicar «el milagro» de su escritura como producto del instinto, pasando por alto su intelectualidad.
En 1910 publica su segundo libro,Cantos de la mañana.
En febrero de 1913 publica su tercer libro de poemas, Los cálices vacíos, poemario más abiertamente erótico que los anteriores, algo que provoca un escándalo social que luego pasa a la murmuración incesante en torno a la joven poeta y su atrevimiento.
En Los cálices vacíos, Delmira anuncia, en una nota «Al lector», que está preparando un nuevo poemario que se titulará Los astros del abismo y el cual considera será «la cúpula» de su obra. Estos poemas, los más oscuros y barrocos, fueron publicados póstumamente en la edición de sus Obras completas de 1924 bajo el título general de «El rosario de Eros».
Después de cinco años de noviazgo, el 14 de agosto de 1913 se casa con Enrique Job Reyes, un año mayor que ella, era, según testimonios, un joven guapo, de figura atlética y talante seguro, pero de una naturaleza emocional un tanto agresiva y sobre todo, alguien acostumbrado a dominar. Posteriormente Delmira reconoce que se casó enamorada de Manuel Ugarte, uno de los testigos de la boda, eso marcó su trágico sino. Delmira abrumada por la "vulgaridad" de su marido, lo abandona al mes y medio de casada y finalmente inaugura la ley de divorcio en Uruguay.
Poco después de la separación, empieza a cartearse intensamente con Ugarte, y el sentimiento de amor se hace cada vez más explícito. En una carta del 9 de marzo de 1914, Ugarte le escribe: «Será vanidad o misterioso presentimiento, pero siempre he pensado que la serpiente ondularía mejor si yo la acariciara. No sea orgullosa y estrechémonos otra vez las manos fuertemente y déjeme que me acerque bien a usted, que la haga crujir apretándola contra mi cuerpo y que ponga al fin en su boca, largo, culpable, inextinguible, el primer beso que siempre nos hemos ofrecido». Ella le responde: «Todavía me dura la embriaguez deliciosa de su última carta. ¿Si le dijera que hoy sufro escribiéndole? Me da miedo de parecer decirle demasiado y siento que todo lo que le diga me parecerá poco. Sin embargo, el deseo intenso, hasta doloroso, de volver a ver su letra, lo vence todo.».
Estando el divorcio en pleno trámite, Delmira empieza a verse en secreto con su todavía marido en las habitaciones que este alquila en un edificio de la calle Andes, 1206. Unos dicen que ella perpetuó la intimidad con la esperanza de que el trámite de divorcio no se viera obstaculizado. Pero el divorcio se falla el 22 de junio de 1914 y ella vuelve a visitarlo el 6 de julio, la fecha fatídica en la que, requerida por su ya ex marido, es asesinada cuando éste le dispara dos tiros a la cabeza y a continuación se suicida, todo en una habitación repleta de fotografías, pinturas y otros objetos de Delmira. Ella tenía 27 años, él tenía 28, ambos de familias acomodadas, por lo que los periódicos llenaron sus páginas con reseñas sensacionalistas.
* Fuente:
Maxmilian Pirner - Leda |
En esta página hay un excelente análisis de este poema:
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