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"Expectations" - Christophe Vacher

miércoles, 27 de abril de 2011

Quid est veritas? (partiendo del Diálogo entre Pilatos y Jesús)

En estos días de Semana Santa, una lectura bíblica de la Pasión, reforzado el interés por la película “La Pasión”, me hizo querer profundizar sobre el diálogo entre Pilatos y Jesús,  en el pretorio romano.  Aquella lacerante introducción a la Pasión misma.  Pude unificar conceptos aparentemente desvinculados y más bien opuestos:  VERDAD,  SUFRIMIENTO,  BELLEZA Y BONDAD.

En poesía es muy recurrente encontrar BELLEZA en el SUFRIMIENTO,  que a veces toma la forma de abandono,  ausencia,  desamor,  pérdida y duelo.  Todo ello nos lleva a la búsqueda de la armonía y paz interior,  que muchas veces empieza por la autoaceptación de la realidad, y de la VERDAD.  Algunos poetas me ayudaron a encontrar en sus poemas algunas pistas,  no en vano son expertos en estos conceptos que me mueven en estos días:   VERDAD,  SUFRIMIENTO,  BELLEZA Y BONDAD.

Aún cuando mi análisis lo hago desde mi perspectiva de Fe,  apelo a la amplitud de criterios,  va dirigido a todos mis amigos,  creyentes y no creyentes,  también con éstos compartimos el interés por la historia,  por los mitos,  por la filosofía,  por el saber.   Estas líneas contienen todo aquello: VERDAD,  SUFRIMIENTO,  BELLEZA Y BONDAD.  Conceptos de validez universal y que sin duda, de algún modo compartimos.  Tiene además interesantes miradas,  lo que no es exclusivamente mérito mío,  sino de aquellos autores de las fuentes que consulté:  Biblia,  teólogos, filósofos, poetas,  cada uno en su particular genialidad.



"Ecce Homo"
   -  Antonio Ciseri (1821-91)


FUENTE PRIMERA QUE RELATA EL DIÁLOGO SOBRE LA VERDAD,  ENTRE PILATOS Y JESÚS

Juan 18

28 De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.
29 Salió entonces Pilatos fuera donde ellos y dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?"
30 Ellos le respondieron: "Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado."
31 Pilatos replicó: "Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley." Los judíos replicaron: "Nosotros no podemos dar muerte a nadie."
32 Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.
33 Entonces Pilatos entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el Rey de los judíos?"
34 Respondió Jesús: "¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?"
35 Pilatos respondió: "¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?"
36 Respondió Jesús: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí."
37 Entonces Pilatos le dijo: "¿Luego tú eres Rey?" Respondió Jesús: "Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."
38 Le dice Pilatos: "¿Qué es la verdad?" Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en Él.
39 Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?"
40 Ellos volvieron a gritar diciendo: "¡A ése, no; a Barrabás!" Barrabás era un salteador.

Juan 19

1 Pilatos entonces tomó a Jesús y mandó azotarle.
2 Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura;
3 y, acercándose a él, le decían: "Salve, Rey de los judíos." Y le daban bofetadas.
4 Volvió a salir Pilatos y les dijo: "Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él."
5 Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilatos: "Aquí tenéis al hombre."
6 Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: "¡Crucifícalo, crucifícalo!" Les dice Pilatos: "Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él."
7 Los judíos le replicaron: "Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios."
8 Cuando oyó Pilatos estas palabras, se atemorizó aún más.
9 Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: "¿De dónde eres tú?" Pero Jesús no le dio respuesta.
10 Dícele Pilatos: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?"
11 Respondió Jesús: "No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado."
12 Desde entonces Pilatos trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: "Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César."
13 Al oír Pilatos estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá.
14 Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilatos a los judíos: "Aquí tenéis a vuestro Rey."
15 Ellos gritaron: "¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!" Les dice Pilatos: "¿A vuestro Rey voy a crucificar?" Replicaron los sumos sacerdotes: "No tenemos más rey que el César."
16 Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús,
17 y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota,
18 y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
19 Pilatos redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: "Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos."
20 Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego.
21 Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilatos: "No escribas: "El Rey de los judíos", sino: "Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos".”
22 Pilatos respondió: "Lo que he escrito, escrito está."

***

ACTA PILATI

El relato sobre el diálogo de Pilatos (procurador de Judea desde el año 26) con Jesús se encuentra en los cuatro evangelios canónicos y en varios de los apócrifos, especialmente en el Acta Pilati de Nicodemo (encontrada en el s.IV)

El diálogo pudo desarrollarse en arameo,  hebreo,  latín o griego.  El arameo era el idioma del pueblo judío,  algunos de ellos también conocían el koiné o hebreo vulgar,  el hebreo lo hablaba sólo el estamento sacerdotal.


El Acta Pilati dice:  "Y vuelto al Pretorio,  Pilatos, llamó a Jesús a solas,  y le interrogó:  ¿Eres tú el rey de los judíos?
Y luego,  en el diálogo sobre la verdad:  "Díjole Pilatos: ¿Qué es la verdad?  Y Jesús respondió: La verdad viene del cielo. Pilatos preguntole: ¿No hay, pues, verdad sobre la tierra?  Y Jesús dijo: Mira cómo los que manifiestan la verdad sobre la tierra son juzgados por los que tienen poder sobre la tierra" (A.P. 3:7)

Sin embargo en el Evangelio de Juan,  la pregunta queda sin respuesta (Jn. 18:38)  Esto se atribuye a que Pilatos hizo una pregunta retórica sin interés.

Pero también pudo ser que Jesús haya considerado innecesario contestar, ya que la respuesta se encontraba en la pregunta misma,  en forma de anagrama:

-  Quid est veritas?
-  Est vir qui adest   (Es el hombre que está frente a ti)

Algunos atribuyen este anagrama a San Jerónimo y otros a Don Anacleto Bendazzi un sacerdote nacido cerca de Ravenna en 1883 y fallecido en la extraña fecha de 28-2-82 (a los 99 años),  muy inclinado a los anagramas y palíndromos.  Su  epitafio consta de tres parejas de anagramas: "Lepida-Lapide Putredine-D'un Prete, Storico di-Cristo Dio",  aguda adición de una consonante a una frase hecha latina: "In saecula saeculorum amens!".


*  Imagen:  Película "La Pasión"  de Mel Gibson


Jesús responde a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí"   Juan 18:36

En diferentes pasajes del Evangelio Jesús declara que Él es la verdad, la fuente de verdad, y que su propósito era dar testimonio de esa verdad al mundo: "...pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo..."   Juan 1:14

"...dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres..."   Juan 8:31 a 32

"... Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí..."   Juan 14:6

Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, su Reino es el Reino de Dios que trae la Verdad, la Justicia y la Paz y hacia ese Reino nos conduce, en medio de las tribulaciones de esta vida, para que siendo fieles a Él, podamos también reinar con Él. 

El reino de Dios empieza en la tierra con Jesucristo y culmina cuando estemos cara a cara frente a Él,  en el momento en que se nos revele en plenitud de gloria y poder.

Jesucristo es Rey, en primer lugar por su Naturaleza Divina, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre,  el título y la potestad de Rey, ya que del Padre recibió la potestad, el honor y el reino; además, siendo Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con Él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las cosas.

Pero, además, ¿qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho adquirido a costa de su sangre que trae la redención? 

Siguiendo a San Pablo,  no somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo nos ha comprado por un extraordinario precio; ahora somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo.

En las palabras de Jesús a Pilatos nos deja claro que su Reino, aunque con su primera venida se implantó como semilla en este mundo, sólo será pleno con su segunda venida o Parusía, cuando vuelva en Gloria y Majestad, a juzgar a vivos y a muertos. 

***


Quid est veritas?   (1890)

VERDAD,  BELLEZA Y BONDAD


Qui est veritas?

Desde que el oráculo délfico dijo: "Conócete a ti mismo" no se ha enseñado una verdad más grande o más importante. Sin tal percepción, el ser humano permanecerá, para siempre, ciego a la verdad,  relativa o absoluta.   El hombre debe conocerse a sí mismo: adquirir las percepciones interiores que nunca engañan, antes de que domine alguna verdad absoluta.

La verdad absoluta es el símbolo de la Eternidad y ninguna mente finita podrá jamás asir lo eterno. Por lo tanto, ninguna verdad podrá descender a ella en su totalidad. Para alcanzar el estado durante el cual el ser humano la ve y la percibe, debemos paralizar los sentidos del hombre externo de arcilla. Se nos dirá que ésta es una tarea complicada y, en tal coyuntura, la mayoría de las personas preferirá, indudablemente, satisfacerse con verdades relativas.

Sin embargo, aún el acercarse a las verdades terrenales exige, en primer lugar, amor hacia la verdad por la verdad misma, de otra manera no se le podrá reconocer.

¿Quién ama a la verdad, en este tiempo, por la verdad misma? ¿Cuántos, entre nosotros, están preparados a buscarla, aceptarla y ponerla en práctica, en una sociedad en que cualquier cosa que tenga éxito debe construirse en las apariencias y no en la realidad, en el egocentrismo y no en el valor intrínseco? Estamos completamente conscientes de las dificultades que se interponen en el camino para recibir la verdad. 

Según Byron "la verdad es una joya que se encuentra en una gran profundidad, mientras, en la superficie de este mundo, se sopesan todas las cosas mediante las falsas escalas de la costumbre."

"¡La Verdad!" clamó Carlyle, "la verdad, a pesar de que los cielos me aplasten por seguirla y no la falsedad, no obstante que todo el reino celestial fuese el premio de la Apostasía." 

"La belleza es verdad y la verdad belleza: éso es todo lo que se sabe en esta tierra y todo lo que se necesita saber"
“Oda a una urna griega”  John Keats 

“En la verdad, percibo la belleza: la descubro a través de la verdad. Todo lo que es verdad, no sólo las ideas exactas, sino también los rostros francos, los retratos fieles y los cantos más naturales son objetos de belleza, e inclusive de inmensa belleza a veces. Son poquísimos los que saben discernir la belleza que emana de la verdad.

El silencio ayuda mucho a quien, como yo, procura la verdad. En un estado de silencio, el alma encuentra el sendero iluminado por la luz más clara, y lo que era esquivo y engañoso, es resuelto por una claridad cristalina. Nuestra vida es una prolongada y ardua búsqueda de la verdad. Y para alcanzar la cima más elevada, el alma requiere reposo interior.

Las creaciones realmente bellas aparecen cuando surge la comprensión verdadera. Si estos momentos son raros en la vida, también son raros en las artes.

Pese a todos mis esfuerzos, no alcanzo a saber dónde se esconde la verdad. No obstante, tengo la impresión de que me aproximo a ella, a medida que disminuye la distancia que me separa de Dios.

Si tuviéramos una visión plena de la verdad, ya no buscaríamos a Dios, sino que seríamos uno con él, porque la verdad es Dios. Mientras no lo logremos, seremos imperfectos.”     
Mohandas Karamchand Gandhi 

La predicación y la obra de Jesús, términos indesligables en un cabal entendimiento del cristianismo, constituyen ellas mismas la puesta en práctica de la verdad. 

La verdad prometida a Abraham,  el mismo anuncio mesiánico a través de los profetas,  todo se concreta y se plenifica en la encarnación.  Jesucristo es su más fidedigno testimonio.  

Pero la verdad no se queda en el anuncio ni en la Palabra,  constituye un acontecimiento práctico, es ejecución. ¿De qué? De la caridad.  Aquí está el vértice de toda comprensión fiel de las Escrituras. Verdad en contexto cristiano es caridad, es amor.  

"Nihil est qui nihil amat", nada es quien nada ama.

Aquellas verdades relativas alcanzadas por la razón -en cuanto sean ontológicamente verdaderas- provienen de Dios, que siendo la Suma Verdad no se contradice a Sí mismo. 

Quid est veritas? Fue la pregunta que le hizo Pilatos a Jesucristo antes de declarar que no encontraba en Él delito alguno. Lo lamentable es que inmediatamente después de formularla, le dio la espalda y no esperó la respuesta. Al hombre de hoy parece sucederle lo mismo. No espera la respuesta, quizás porque ya la conoce o porque le resulta incómoda. 

En un mundo donde todo es relativo,  todo vale y "el fin justifica los medios",  el valor de la verdad se ha esfumado en medio de la "contaminación".

Los medios de comunicación mienten,  los políticos mienten, cada vez es menor el porcentaje de gentes dispuestas a morir por defender la verdad.

Por no parecer molestos,  o convertirnos en impopulares,  estamos dispuestos a renunciar y hasta traicionar a la verdad.

Faltan personas íntegras, que se atrevan a decir sus opiniones a pesar de que puedan ser mal acogidas por la gente que esté a su alrededor. 

Tenemos entonces que la filosofía es "dialéctica", siempre lo ha sido, es decir, argumentativa o discutidora. La filosofía es amor a la verdad, y el amor a la verdad es odio al error; y el error existe en el mundo en cantidades no despreciables. La filosofía por lo tanto siempre ha cantado en contrapunto.

"¿En qué se diferencian los sabios de los ignorantes?" 
- "Como los vivos de los muertos  -  contestó Aristóteles porque la Verdad es la Vida."  

La Verdad no puede imponerse a sí misma por fuerza. Si no la aceptan, se retira. ¡Temed a la Verdad que se retira! 

“Ens et verum convertuntur" decían los antiguos: el ser y la verdad son recíprocos, todo ser es verdadero, todo verdadero es ser;  la Verdad no es sino la Realidad (res = cosa).

La Verdad transcendental es lo inteligible; la verdad lógica, nuestra humilde verdad humana, es lo inteligido, lo que nuestro pobre intelecto discursivo, el último de los espíritus creados, capta de las cosas; pero no las capta sino haciéndose semejante a ellas y haciéndolas a ellas semejantes a él, en íntima y misteriosa "unión". 

"Todo error es una mentira” según Descartes; pero las pseudomentiras de los niños no son mentiras; las falsedades de los poetas no son falsedades... 

El error y la mentira no están propiamente en las cosas sino en la boca y la mente del hombre ("mentira" viene de "mente"). 

"Todo pecado es un error", enseñó Sócrates.  Y San Agustín dijo que el error es el mayor mal del hombre.

Los tres planos de verdad: 
- la verdad de nuestras palabras cuando decimos lo que pensamos, verdad moral
- la verdad de nuestra mente cuando pensamos bien y nuestra mente se somete a las cosas, verdad lógica
- la verdad de las cosas mismas, la realidad inteligible, verdad transcendental (obra del intelecto divino). 

Los sentidos externos nos engañan algunas veces pero no nos engañan siempre. Ellos nos dan una realidad aunque sea humilde, pero no por humilde menos necesaria; sin ellos, ningún conocimiento en el hombre sería posible.  Loado sea Dios que nos dio la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto, a fin de que conociendo las cosas creadas lleguemos a conocerlo a Él. 

El sentido interno, que Agustín llama memoria, pero que en realidad comprende la memoria, la imaginación, el sensorio común y la estimativa o "instinto", juzgan de los sentidos externos, recogen su material, lo acopian, lo clasifican, lo combinan y como dicen hoy, lo "estructuran". Por ellos conocemos cosas importantísimas, el espacio, el tiempo, el propio cuerpo y por ende el propio yo; en ellos, en su dominio, mora y trabaja el intelecto del artista, porque ellos son como el puente entre la razón y el sentido animal, y ellos son el centro de la Psicología.

"No aprendas las cosas de memoria, cuidado con la imaginación que es ’la loca de la casa’, no andes sintiéndote tanto a ti mismo..."  dice severamente Séneca.  Pero la loca también es necesaria.

La razón está por encima del sentido interno, lo rige, lo corrige y lo dirige: en definitiva los mismos grandes artistas no son grandes por su imaginación sino por su inteligencia.

Origen de la sin razón: No hay crítica, no hay discernimiento, no hay una seria formación intelectual; en suma, no hay filosofía y por ende, no hay razón. 

La razón en el hombre penetra y como empapa todas las otras actividades cognitivas, "se asoma por las ventanas de los sentidos" y obliga a la imaginación a fabricarle cuadros -esos retratos o siluetas generales de las cosas singulares que Aristóteles llamó "experimenta" y que Descartes confundió con las ideas, "les idées-tableaux", las ideas retrato.

La razón depende de la verdad, es decir, de la realidad: busca la realidad, a ella se amolda, se modela, se somete: la verdad "la juzga", como dice San Agustín

La verdad es algo universal y eterno, la razón es algo particular y efímero, y sin embargo se da este connubio entre ellas dos, la unión más íntima que existe en lo creado, la unión del Instante y de la Eternidad.

Hay que despegarse de lo sensible para llegar a la Verdad: eso se llama ascética.  Hay que ir ascendiendo,  de lo contrario, caemos en el estado de estulticia. La estulticia es hija de la soberbia y de la lujuria: "la estulticia es pecado mortal", dice Santo Tomás

El bien sólo lo puede hacer la Verdad, sólo ella puede "hacer fruto y que ese fruto permanezca". 

Una página de Dostoievski ilumina maravillosamente la condición de estar suspendido entre la palabra y el silencio, frente al dolor de amor, frente a la belleza que salva. Está en la novela El idiota que, según Romano Guardini, representa la cristología de Dostoievski. 




"Cristo varón de dolores"
  -  Bartolomé Esteban Murillo

 
La belleza que salva es el amor que comparte el dolor y que no necesita palabra, es la verdad que se expresa callándose, por su presencia de amor. Así como el Prisionero frente a Pilato ante la pregunta sobre qué es la verdad, contestó con su simple silenciosa presencia. 

-  Quid est veritas?
-  Est vir qui adest   (Es el hombre que está frente a ti)

Al verlo crucificado se descubre la belleza como herida de amor, como resplandor que es irrupción y arrobamiento. Lo bello es lo bueno humilde, el “bonicellus”, del latín medieval, de donde provienen el término “bello” y el castellano “bonito”.

Dios no es sólo verdad y bondad sino también belleza.  Quiere abrir el camino de una experiencia de silencio, más allá de toda palabra: la experiencia de la belleza salvadora, del crucificado amor que salvará al mundo. 

¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! proclama San Agustín.

Tú estabas conmigo, yo no estaba contigo. Me alejaban de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Llamaste, clamaste, venciste mi sordera; resplandeciste, brillaste, ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, lo aspiré y desde entonces te anhelo; gusté de ti y ahora tengo hambre y sed de ti; me tocaste y encendí en deseo de tu paz. Oído, vista, olfato, gusto y tacto son alcanzados y apresados, en un primer momento, por la belleza de las cosas creadas. Después por la Belleza última, autora de cualquier otra belleza.

Entre arrobamiento y correspondencia, movimiento de la belleza, no es más que el movimiento del amor.

“Apocalipsis de una belleza extática, concentrada en el eros del amor divino como arrobamiento hacia Aquello que-está-por-encima-de todo y fuera-de-todo, y arriba a la tragicidad del mysterium paschale. En ese misterio, la muerte es muerte, tanto en el mundo como en Dios, a fin de que la vida sea vida.”  (Tomás de Aquino)

¿Las cosas son bellas porque placen o placen porque son bellas? 

Tres cosas requiere pues la belleza: integridad o perfección, la debida proporción o armonía, y luminosidad.

La belleza es armonía interna y externa.

La belleza es la forma del todo, forma que nace de la integridad de las partes.

Es en el Verbo encarnado donde está la totalidad del misterio divino que se revela, donde está la naturaleza divina que se hace accesible en la persona del Hijo, el cual asumió la naturaleza humana.

Cuando uno tiene que habérselas con lo bello no se contenta con la interrupción, con el fragmento. La belleza es rapsodia evocadora de totalidad. 

El Todo está presente en el fragmento cuando éste reproduce la armonía del Todo en la armonía de las partes, en la proporción y consonancia de éstas. 

Jesucristo es la figura visible del Dios invisible.
  
La belleza es la claritas, irrupción. Es como un resplandor, un brillar en la noche, un traspasar el fragmento hecho transparencia de luz, irradiación.

Jesucristo es luz que resplandece en las tinieblas.   La luminosidad conviene a aquello que es propio del Hijo, en cuanto que Él es el Verbo, luz y resplandor de la inteligencia.

La belleza es este amor revelado y oculto, este ágape crucificado, apocalipsis del Todo en el fragmento, totalidad del Misterio divino, revelada y oculta en el advenimiento del Abandono del Hijo eterno.  Descendimiento kenótico de Dios hasta las tinieblas del Viernes Santo.





Hay una relación de ruptura, de escándalo, de transgresión en este descendimiento. Esta concepción de la belleza,  por la cual es no sólo morada tranquila y hermosa, sino también escandalosa irrupción del Todo en el fragmento, resplandor en el sentido de irradiación que traspasa, revela su matriz profunda, no ya en la epistemología griega que domina el destino de Occidente, sino en la epistemología bíblica, judeocristiana, donde la verdad no es la alétheia, el levantamiento del velo para dejar ver lo hasta ahora oculto, sino la emet: fidelidad, relación. 

El griego ve la verdad; incluso desde los abismos de la caverna aspira a la visión total. 

La belleza, en cuanto presencia de la verdad, será asimismo un desembocar del todo en una relación susceptible de ser vista: la belleza en cuanto forma se deja ver, se ofrece a la posesión total de la mirada (alétheia griega, develamiento). 

En el plano estético es la lección de una belleza hermosa, de una belleza reveladora, de una belleza de visiones: es lo bello contemplado, y ante lo cual uno queda atónito, admirado, embelesado,  arrobado.

No es el cogito ergo sum el que triunfa aquí, sino el cogitor ergo sum, el yo existo porque Otro me piensa, porque Otro me acoge y me hospeda, porque es en otro regazo donde está mi morada: habito en una casa que no es mía. La morada, el regazo hospitalario del Otro es mi-lugar-no-mío.

¿Qué será entonces la belleza así concebida?

Ya no podrá ser ni poseedora ni dueña de la cosa, aunque sea en la forma de visión: la belleza deberá ser tensión, acaecimiento, dinamismo, el fuego de una relación establecida entre Dos. Cuando la relación se crea, cuando el Otro irrumpe en el fragmento y consigue, al romperla, capturar la identidad cerrada en sí misma, que es siempre mala, identidad que aprisiona, es entonces cuando se experimenta la belleza.

Oh, Jesús, ahora velado a mi mirada,
Te ruego que acaezca aquello que tanto anhelo:
ver tu rostro sin velos,
ser dichoso viendo Tu gloria. 

Del himno eucarístico Adoro Te devote, atribuido a Tomás de Aquino.


La Belleza así percibida es a la vez anticipación y Puerta escatológica. 

La pregunta de Pilatos puede verse desde varias perspectivas:

Quid est veritas?  ¿Qué es la verdad?  ¿Cuál es la verdad?
¿Cuál es el centro de la verdad?  ¿Hacia dónde apunta la verdad?



'Christ Rising' - Ambrogio Bergognone ca. 1490

"Yo soy el camino,  la verdad y la vida"  Juan 14:6



*  Fuentes:

1.- "¿En qué idioma hablaron Pilatos y Jesús?" de Juan María Solare

2.- "San Agustín y nosotros" : Cap.VI La Verdad  de Leonardo Castellani

3.- “¿Qué es la Verdad?”  de H. P. Blavatsky



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"Las distancias tocadas por la gracia vuelven amigos a los extraños."