I will wait for you

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"Expectations" - Christophe Vacher

jueves, 23 de agosto de 2012

¡Bendice siempre!


La Menorah, candelabro de siete brazos, uno de los símbolos más antiguos del judaísmo;
representaría los arbustos en llamas que vio Moisés en el Monte Sinaí (Éxodo 25).


«Tal vez no volvamos a vernos nunca. Pero con todo mi espíritu te abrazo, y apoyo mi mano sobre tu cabeza y te brindo desde la distancia una bendición de padre (...): que Dios te bendiga y te guarde. Que Dios haga resplandecer Su rostro sobre ti, y tenga misericordia de ti, y ponga en ti su paz»
Magdeburgo, 27 de junio de 1942.

Con estas palabras termina la carta de adiós de un padre a su hijo,  carta que he leído en "Cartas en la noche", el blog de Carlos Morales del Coso.  En su introducción Carlos dice:

"Este es sólo un fragmento de la carta que escribió Julius Josep a su hijo Arno, poco antes de ser deportado a Auschwitz. Cuánta grandeza de espíritu. Cuánta generosidad..."




Esta bendición me llevó a reflexionar sobre la importancia de Bendecir siempre,  en especial a los hijos, a quienes nos han sido confiados, a nuestros cercanos,  familiares y amigos.  Bendecir a los que nos hacen el bien,  pero,  a la luz de las Bienaventuranzas, bendecir también,  a aquellos que nos hacen el mal:  “Bendecid a los que os persiguen” (Mt. 5,44).

La palabra bendición viene de una palabra compuesta bendecir – bien decir.  Se encuentra más de 450 veces en la Biblia, en sus diferentes formas: bendecir, bendecido,  bendito, bienaventurado.  En hebreo la palabra es  barak y se usa tanto para decir que Dios bendice a los hombres o que los hombres se bendicen entre sí, con palabras y con obras, o que bendicen a Dios, en el sentido de alabar o decir bien de Dios. 

Toda bendición comprende una alabanza a Dios y oración para obtener sus dones,  para otros o para uno mismo.  

Siguiendo la etimología anglosajona bletsian significa consagrar por sangre.  La bendición es ante todo una energía que proviene del corazón.


"En la tradición celta, y en especial en la lengua gaélica, existe una fina intuición de que el acercamiento a otra persona debe encarnar un acto sa­grado.  En gaélico no existe nuestro «hola».  Cuando uno se encuentra con otro, se intercambian bendiciones.  Uno dice:  Día dhuit, «Dios sea contigo». El otro responde: Día is Muire dhuit, «Dios y María sean contigo». Cuando se separan, uno dice:  Go gcumhdai Dia thu, «Que Dios venga en tu ayuda», o Gogcoinne Día thu, «Dios te guarde».  El rito del encuen­tro comienza y termina con bendiciones."

*  Fuente:  P. John O'Donohue,  sacerdote y poeta irlandés:  "Anam Cara, el Libro de la Sabiduría Celta".

* * *

La bendición de Julius Josep a su hijo Arno,  se circunscribe en el fondo y la forma, a la bendición sacerdotal o aarónica,  del Antiguo Testamento,  que aparece en el Libro de Números. escrito entre el 1440 y 1400 a.C.,  corresponde a una triple bendición, que es la fuente de todas las bendiciones,  

Números 6
22  Yahvé (YHWH)  habló a Moisés, diciendo: 
23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles:

24  Que Yahvé (YHWH)  te bendiga, y te guarde;                            
25  Que Yahvé (YHWH)  haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia;
26  Que Yahvé (YHWH)  vuelva a ti  su rostro, y te dé su paz.
27 Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.


* * *




Shamar en hebreo significa protección, cuidado, seguridad, garantía (te guarde). Podemos visualizar una bendición como si Dios arropara a su pueblo bajo su amor y cuidado protector.

Hen en hebreo significa gracia “volver el rostro hacia alguien” significa "le otorgue su gracia", que Dios te muestre su cara resplandeciente, llena de gloria, hermosa, luminosa, gozosa, llena de gracia, te conceda su favor, amistad, misericordia, estima, complacencia. Por tanto se trata del deseo de contar con el favor divino, de ser agradables a sus ojos. La gracia es favor inmerecido,  gratuito, por el que debemos dar gracias (¡Selah!).

Lo contrario es “escondiste tu rostro, Yahvé, y fui conturbado” (Sal 30,8; 44,25).

Shalom en hebreo significa paz, idea de totalidad, pero de una totalidad positiva y buena; “todo bien, sumo bien, bien total”. Una forma de bendecir es dando el saludo de la paz,  deseándole todo bien material y espiritual. Abundancia en la dimensión espiritual invisible y abundancia en cosas materiales, e incluso en cuanto a los años de vida o al número de hijos, todo visto como una dadiva divina.

En la bendición sacerdotal del libro de los Números se expresan principalmente tres deseos: la protección de Dios, la amistad o favor de Dios y todo bien de parte de Dios. Se descubre una progresión en esos tres deseos, primero se piensa sólo en la protección, luego se habla de la amistad, y finalmente se anhela toda la plenitud de Dios.

La primera parte de la bendición aarónica se refiere a dones materiales, Dios bendecirá a la persona con riqueza, pero protegerá a la persona, no a la riqueza, para que pueda usarla en beneficio de otros. 

En la segunda parte de la bendición “El Señor haga resplandecer Su rostro sobre ti…” capacitando a su pueblo para que estudie la Biblia y aplique su aprendizaje a la vida diaria. En las Escrituras, la luz a menudo simboliza la Palabra de Dios. 

“Porque el mandamiento [mitzvot] es lámpara, y la enseñanza [Torá] luz, y camino de vida las reprensiones de la instrucción” (Prov. 6:23). 

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino” (Sal. 119:105). 

“La exposición de tus palabras imparte luz; da entendimiento a los sencillos” (Sal. 119:130).

El rabino italiano Obadiah ben Yacov Sforno (1475-1550) ofrece el siguiente midrash (o interpretación): “Que Dios te ilumine para que puedas percibir la maravillosa sabiduría de la Torá y la minuciosa creación de Dios. Luego de haber recibido las bendiciones de prosperidad, tenemos paz mental que sobrepasa los requerimientos elementales de la sobrevivencia.”


Vemos el Rostro de Dios a través de sus obras:  la naturaleza, el hombre y todo lo creado.  “Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa” (Romanos 1:20)

La última parte de la bendición “…Y te dé paz.” Alguien podría experimentar prosperidad material, salud y todo lo demás, pero si no tiene paz, es difícil que lo disfrute. Hasta ahora, hemos andado el camino de la Bendición Sacerdotal, pero finalmente llegamos a la piedra angular. El Señor lo quiere cubrir todo bajo la paz, su shalom.

Este shalom no es simplemente la ausencia de guerra. Es armonía entre fuerzas conflictivas.  Es el descanso que resulta cuando se cae toda barrera y cesa toda hostilidad. Esa abarcadora paz sobrepasa la comprensión humana. ¡Es una paz que desafía las circunstancias contrarias que nos hacen gritar de ansiedad!  En tiempos buenos y en tiempos malos, esta paz infunde nuestro cuerpo, alma y espíritu. 

"Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús [Yeshúa el Mesías]" (Fil. 4:6-7). 

La paz comienza con el Señor (Romanos 5:1-2) y se extiende en todas las áreas de nuestra vida. ¡Esa bendición sobrepasa todas las demás bendiciones que nos ha dado!

*  Fuente:  
Puentes para la Paz




El poder de la vida y de la muerte está en la palabra,  con ella podemos bendecir y maldecir.  Al bendecir se otorga vida, no solo al que recibe la bendición, sino también al que la da.  

Reparte bendiciones donde vayas, ellas volverán a ti, cuando menos lo esperes y más las necesites.

Esta bendición es para ti, para ti y para ti hijo mío,  con la plenitud de la gracia de Dios,  nuestro Padre.  Cuando la hayas recibido,  volverá a mí multiplicada al ciento por uno.





La oración que es más grata a Dios es aquella de intercesión,  por otros,  como la Oración Sacerdotal de Jesucristo:

“Jesús, aquella noche, se dirige al Padre en el momento en que se está ofreciendo en sacrificio, durante la Última Cena. Él, sacerdote y víctima, ruega por sí mismo, por los apóstoles y por cuantos creerán el Él, por la Iglesia de todos los tiempos”.


En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.

Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal.»
(Jn 17, 11-19)





El arte de bendecir


“Al despertar, bendice tu jornada, porque está ya desbordando una abundancia de bienes que tus bendiciones harán aparecer. Porque bendecir significa reconocer el bien infinito que forma parte integrante de la trama misma del universo. Ese bien lo único que espera es una seña tuya para poder manifestarse.


Al cruzarte con la gente por la calle, el auto, en tu lugar de trabajo, bendice a todos. La paz de tu bendición será la compañera de su camino, y el aura de su discreto perfume será una luz en su itinerario. Bendice a los que te encuentres, derrama tu bendición sobre su salud, su trabajo, su alegría, su relación con Dios, con ellos mismos y con los demás. Bendice a todos en todas las formas imaginables, porque esas bendiciones no sólo esparcen las semillas de la curación, sino que algún día brotarán como otras tantas flores de gozo en los espacios áridos de tu propia vida.

Bendice tu ciudad, tus gobernantes y a todos como los educadores, enfermeras, barrenderos, sacerdotes y prostitutas. Cuando alguien te muestre la menor agresividad, cólera o falta de bondad, responde con una bendición silenciosa. Bendice totalmente, sinceramente, gozosamente, porque esas bendiciones son un escudo que los protege de la ignorancia de sus maldades, y cambia de rumbo la flecha que te han disparado.

Bendecir significa desear y querer incondicionalmente, totalmente y sin reserva alguna el bien ilimitado –para los demás y para los acontecimientos de la vida- haciéndolo aflorar de las fuentes mas profundas y más íntimas de tu ser. Esto significa venerar y considerar con total admiración lo que es siempre un don del Creador, sean cuales fueren las apariencias. Quien sea afectado por tu bendición es un ser privilegiado, consagrado, entero. Bendecir, significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo, pensar en él con profundo reconocimiento. Significa también llamar a la felicidad para que venga a él.

Bendecir significa reconocer una belleza omnipresente, oculta a los ojos materiales. Es activar la ley universal de la atracción que, desde el fondo del universo, traerá a vuestra vida exactamente lo que necesitas en el momento presente para crecer, avanzar y llenar tu vida de gozo.

Es imposible bendecir y juzgar al mismo tiempo. Mantén en ti ese deseo de bendecir como una incesante resonancia interior y como una perpetua plegaria silenciosa, porque de este modo serás de esas personas que son artesanos de la paz , y un día descubrirás por todas partes el rostro mismo de Dios.

Y por encima de todo, no te olvides de bendecir a esa persona maravillosa, absolutamente bella en su verdadera naturaleza y tan digna de amor, que eres tú mismo”.

*  Fuente:  Pierre Pradervand, sociólogo, escritor, consultor internacional y formador de adultos:  “El arte de bendecir” (1998).



3 comentarios:

  1. Que Dios te bendiga, Myriam. Que Dios te colme de serencidad y te fortaleza con su sabiduría. Shalom.
    Carlos

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    1. Gracias Carlos, ya conoces todo lo bueno que deseo para ti. Shalom.

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  2. Entro en este templo de humildad, bondad y entrega hacia lo Supremo y hacia el hombre.en sí mismo. Gracias Myriam, todo mi respeto y mi cariño. Shalom.

    Gabriela

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"Las distancias tocadas por la gracia vuelven amigos a los extraños."