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"Expectations" - Christophe Vacher

jueves, 25 de agosto de 2011

El muchacho que escribía poesía



EL MUCHACHO QUE ESCRIBÍA POESÍA


Un cuento confesional (extracto) de YUKIO MISHIMA


Poema tras poema fluía de su pluma con pasmosa facilidad. Estaba anémico de tanto masturbarse. Pero su propia fealdad no había empezado a molestarle. La poesía era algo aparte de esas sensaciones físicas de asco. La poesía era algo aparte de todo. En las sutiles mentiras de un poema aprendía el arte de mentir sutilmente. Sólo importaba que las palabras fueran bellas.

Cuando estaba en éxtasis, un mundo de metáforas se materializaba ante sus ojos. La oruga hacía encajes con las hojas del cerezo; un guijarro lanzado a través de robles esplendorosos volaba hacia el mar. Las garzas perforaban la ajada sábana del mar embravecido para buscar en el fondo a los ahogados. Los duraznos se maquillaban suavemente entre el zumbido de insectos dorados; el aire, como un arco de llamas tras una estatua, giraba y se retorcía en torno a una multitud que trataba de escapar. El ocaso presagiaba el mal: adquiría la oscura tintura del yodo. Los árboles de invierno levantaban hacia el cielo sus patas de madera. Y una muchacha estaba sentada junto a un horno, su cuerpo como una rosa ardiente. El se acercaba a la ventana y descubría que era una flor artificial. Su piel, como carne de gallina por el frío, se convertía en el gastado pétalo de una flor de terciopelo.
Cuando el mundo se transformaba así era feliz.

No le sorprendía que el nacimiento de un poema le trajera esta clase de felicidad. Sabía mentalmente que un poema nace de la tristeza, la maldición o la desesperanza del seno de la soledad.

Si el objeto que le llamaba la atención no se convertía de pronto en una imagen —si en un mediodía de mayo el brillo blancuzco de las hojas recién nacidas no se convertía en el oscuro fulgor de los capullos nocturnos del cerezo— se aburría al instante y dejaba de mirarlo.

Hacia el éxtasis del momento. La plenitud de esa soledad. Su extraordinaria ligereza. Cada recodo de su cuerpo intoxicado de lucidez. La armonía entre el mundo exterior y su ser interior...

Cuando no caía naturalmente en ese estado, trataba de usar cualquier cosa a mano para inducir la misma intoxicación.

El muchacho estaba en el Club Literario. Uno de los miembros del comité le había prestado una llave que le permitía entrar a la sede solo y a cualquier hora para sumergirse en sus diccionarios favoritos. Le gustaban las páginas sobre los poetas románticos en el "Diccionario de la literatura mundial": En sus retratos no tenían enmarañadas barbas de viejo, todos eran jóvenes y bellos.

Le interesaba la brevedad de las vidas de los poetas. Los poetas deben morir jóvenes. Le gustaba el soneto de Wilde, "La tumba de Keats": "Despojado de la vida cuando eran nuevos el amor y la vida / aquí yace el más joven de los mártires". Había algo sorprendente en esos desastres reales que caían, benéficos, sobre los poetas. Creía en una armonía predeterminada.

Que con todo mi ser pinte el cielo nocturno un momento y me apague al instante.

El suicidio le repugnaba. La armonía predeterminada encontraría una manera más satisfactoria de matarlo. La poesía empezaba a emperezar su espíritu. Si hubiera sido más diligente, habría pensado con más pasión en el suicidio.

El presidente del Club Literario, un joven llamado R que le llevaba cinco años, empezó a protegerlo. Intercambiaban largas cartas todos los días. Les gustaba esta rutina. Casi todas las mañanas llegaba a casa del muchacho una carta de R en un sobre al estilo occidental, del color del melocotón.  Al final de la carta copiaba un poema reciente, escrito ese mismo día, o si no había tenido tiempo, un poema anterior. Pero el muchacho reconocía en las cartas de R una pálida melancolía, la sombra de un ligero malestar que sabía no estaba nunca presente en las suyas.

Quien hace cosas bellas no puede ser feo. Era un pensamiento tercamente enraizado en su cerebro, pero inexplicablemente no se hacía nunca la pregunta más importante: ¿Era necesario que alguien bello hiciera cosas bellas?

Sus poemas no nacían de la necesidad. Le venían naturalmente; aunque tratara de negarlos, los poemas mismos movían su mano y lo obligaban a escribir. La necesidad implicaba una carencia, algo que no podía concebir en sí mismo.(…) prefería llamarlo "genio" y no carencia.

No que fuera incapaz de criticar sus propios poemas. Había, por ejemplo, un poema de cuatro versos que los mayores alababan con extravagancia; le parecía frívolo y le daba pena. Era un poema que decía:

“Así como el borde transparente de este vidrio
tiene un fulgor azul,
así tus límpidos ojos pueden esconder
un destello de amor.”

El muchacho empezó a hacer cada vez más que el amor fuera el tema de su poesía. Nunca había amado. Pero le aburría basar su poesía solamente en las transformaciones de la naturaleza, y se puso a cantar las metamorfosis que de momento a momento ocurren en el alma.

No había oposición ni tensión entre el mundo que le quedaba por vivir y el mundo que tenía dentro de sí. No tenía que ir muy lejos para creer en la superioridad de su mundo interior; una especie de confianza irracional le permitía creer que no había en el mundo emoción que le quedara por sentir.

Porque el muchacho pensaba que un espíritu tan agudo y sensible como el suyo ya había aprehendido los arquetipos de todas las emociones, aunque fuera algunas veces como puras premoniciones, que toda la experiencia se podía reconstruir con las combinaciones apropiadas de estos elementos de la emoción. Pero, ¿cuáles eran estos elementos? El tenía su propia y arbitraria definición: "Las palabras".

No se le ocurría que sólo la experiencia podía darle a las palabras color y plenitud creativa.  La desarmonía que sentía al encontrar una nueva palabra también le hacía sentir una emoción desconocida.

"Anoche vi un sueño en colores". (El muchacho se imaginaba que los sueños en colores era prerrogativa de los poetas). 

R (le confidenció que estaba enamorado) explicó las circunstancias. Se había enamorado de la joven esposa de otro, había sido descubierto por su padre, y le habían prohibido volver a verla. El muchacho se quedó mirando a R con los ojos desorbitados. "He aquí a alguien enamorado. Por primera vez puedo ver el amor con mis ojos". No era un bello espectáculo. Era más bien desagradable.

- "¿Pero no es la poesía una salvación en momentos como este?"
La felicidad que causa la creación de un poema pasó como un rayo por la mente del muchacho. Pensó que cualquier pena o agonía podía ser eliminada mediante el poder de esa felicidad.

- "Pero si fueras un verdadero poeta, un genio, ¿no te salvaría la poesía en un momento como este?"

- "Goethe escribió el Werther", respondió R, "y se salvó del suicidio. Pero sólo pudo escribirlo porque, en el fondo de su alma, sabía que nada, ni la poesía, lo podría salvar, y que lo único que quedaba era el suicidio".

- "Entonces, ¿por qué no se suicidó Goethe? Si escribir y el suicidio son la misma cosa, ¿por qué no se suicidó? ¿Porque era un cobarde? ¿O porque era un genio?"

- "Porque era un genio".

(…) una proposición que se burlaba de R había surgido en su mente: "No es un genio. Se enamora".  El amor de R era sin duda verdadero. Era la clase de amor que un genio nunca debe tener. R, para adornar su miseria, recurría al amor de Fujitsubo y Gengi, de Peleas y Melisande, de Tristán e Isolda, de la princesa de Cleves y el duque de Némours como ejemplos del amor ilícito.

El amor escrito en los libros era más vital que éste. El amor cantado en los poemas era más bello. No podía comprender por qué R recurría a la realidad para tener sueños sublimes. No podía comprender este deseo de lo mediocre.

Algún día, tal vez, yo también deje de escribir poesía, pensó el muchacho por primera vez en su vida. Pero todavía le quedaba por descubrir que nunca había sido poeta.


* * *



Yukio Mishima (1925-1970) uno de los más grandes escritores japoneses, nació en Yotsuya, distrito de Tokio en el seno de una familia acomodada. Su nombre original era Kimitake Hiraoka, y fue el primer hijo de Azusa Hiroaka, un oficial del gobierno, y de su esposa Shizue.  Tuvo un hermano menor, Chiyuki, y una hermana, Mitsuko que murió de tifus. Su abuela, Natsu, se hizo cargo de él en su primera infancia y ejerció gran influencia en su personalidad, era nieta ilegítima de Matsudaira Yoritaka, un jefe samurai de la casa Shishido en la provincia de Hitachi.  En su época escolar comenzó a leer vorazmente Oscar Wilde, Rainer Maria Rilke, y clásicos japoneses.

Exento del servicio militar por aparentar sufrir de tuberculosis, no participó en la II guerra mundial. Licenciado en la universidad de Tokio en Derecho en 1947, trabajó como funcionario en el Ministerio de Finanzas y un año después abandonó el cargo para dedicarse a la literatura.

En 1948 escribió Kamen no kokuhaku (Confesiones de una Máscara), una novela dolorosamente autobiográfica sobre su adolescencia,  que ha sido fuente de controversias, “El título en sí mismo es una paradoja y una misteriosa tautología.” (Jorge Sahores), permite reconocer desde el principio que se trata de una obra “confesional” que adquiere carácter de definición sexual y de género y configuración de la identidad, tras el concepto de “máscara”. La novela fue extremadamente exitosa, y convirtió a Mishima en una celebridad a los 24 años.

En un período narcisista de su vida, se dedicó a deportes físico-culturistas,  para desarrollar su delgado cuerpo,  junto con ello,  luego que había reconocido en sus obras,  su tendencia homosexual, disfrutaba que le admiraran sus condiciones físicas, sus extravagancias y sus aventuras. Se hizo retratar como San Sebastián de Guido Reni, para lucir su musculatura, y antes había reconocido que esa pintura le había provocado su primer orgasmo. 

En tres oportunidades Mishima fue nominado al Premio Nóbel de Literatura, sin embargo, en 1968 lo obtuvo su mentor, el poeta Yasunari Kawabata, lo que le hizo tomar conciencia de lo difícil que era que este honor recayera nuevamente sobre un autor japonés.


Mishima y sus Tatenokai 
Su ensayo más importante, Bunka beiron (En defensa de la cultura), defendía la figura del Emperador, como la mayor seña de identidad de su pueblo. Más tarde formaría la Sociedad del Escudo (Tatenokai), para protegerle.


Su sentido estético de lo heroico le llevó a rebelarse contra una sociedad a la que consideraba sumida en el vacío espiritual y la decadencia moral. 


Mishima en su discurso final,
antes del seppuku
El 25 de noviembre de 1970, Mishima, de 45 años y los miembros de su grupo tomaron un cuartel del ejército, en el que tras un discurso a la tropa, él y un joven discípulo de nombre Masakatsu Morita (según dicen, su amante) se suicidaron, frente a periodistas y cámaras de TV, mediante el seppuku (hara-kiri). Vestía no más que un taparrabo (fundoshi) y un cintillo (hachimaki) y, conforme al rito milenario, dejaba una nota sobre una mesa: «La vida humana es breve, pero quisiera vivir siempre.»  Se considera que su suicidio ritual obedeció a una fijación suya,  más que a una motivación de carácter político.

Sin duda su muerte, con todo lo que conlleva,  ha contribuido a que Mishima haya tenido un éxito literario póstumo extraordinario.

Marguerite Yourcenar, en su ensayo biográfico: Mishima o la visión del vacío, hace su análisis en torno a los momentos esenciales de la vida y de la obra de Mishima: el trasfondo biográfico y Confesiones de una máscara; El mar de la fertilidad; los años de desasosiego que impulsan a Mishima a remodelar su propio cuerpo; el trasfondo político, la acción y la obsesión del seppuku y la muerte; los mecanismos psicológicos de este gran escritor oriental, las ambiciones, los triunfos, las flaquezas, las caídas interiores y todo el valor del torturado personaje. Yourcenar, le concede el gran mérito a Mishima de ser un narrador de las contradicciones humanas. El hombre, al vivir, al reconocer sus propias inclinaciones y al morir, se pone cara a cara frente al mundo,  sacándose la máscara que ha cargado por años.

Mishima decide la muerte como un sacrificio,  ante su propio vacío existencial: "He decidido sacrificarme por las viejas y hermosas tradiciones del Japón, que desaparecen velozmente día a día”. "Necesitaba morir y morir bien, morir como un poeta con el cuerpo y las concepciones viriles de un héroe".


"Cuando se pierde el honor, es un alivio morir, la muerte no es sino un retiro seguro de la infamia" dice el Código samurai.


Debo dejar sentado que admiro al poeta y su obra y al acercarme a su biografía he querido comprender sus opciones, las que no comparto, porque somos hijos de diferentes culturas y por ende vemos la vida y la muerte con una mirada diferente, pero nos une la poesía y el amor por la belleza. Es un escritor contemporáneo que vale conocer en profundidad.


Obras principales:

* Madame de Sade
* Ladrones  (Tozoku), 1948.  Una historia acerca de dos jóvenes miembros de la aristocracia conducidos al suicidio.
* Confesiones de una máscara (Kamen no kokohaku), 1948.
* Sed de amor (Ai no Kawaki), 1950
* Los años verdes (Ai no jidai), 1950
* El color prohibido (Kinjiki), 1954
* El rumor del oleaje (Shiosai), 1956
* El pabellón de oro (Kinkakuji), 1956
* Después del banquete (Utage no ato),1960
* El marino que perdió la gracia del mar, (Gogo no eiko), 1963
* La Perla y otros cuentos (Shinju oyobi sonota no teiruzu), 1966. Incluye Patriotismo (Yokoku) del cual se hizo una película de 29 minutos y cuyas escenas aluden a su propio harakiri (se puede ver en 3 videos):
Patriotismo (Yokoku) 1
Patriotismo (Yokoku) 2
Patriotismo (Yokoku) 3

* El mar de la fertilidad (tetralogía) (Hojo no umi), 1964-1970
* Nieve de primavera (Haru no yuki)
* Caballos desbocados (Honba)
* El templo del alba (Akatsuki no tera)
* La corrupción de un ángel, (Tennin gosui)
* Música (Ongaku), 1972

FUENTE BIOGRÁFICA:

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